Con más dilación de la que cualquiera hubiera esperado, este diciembre se lanzó la que se presume será solo la primera de varias entregas de material inédito del finado Michael. Y estando así las cosas era de esperarse que la salida de este disco homónimo fuera la que tuviera más punche de todas ellas. Y aunque tan mal no le ha ido no puedo negar que fuera de documentales, homenajes diversos, y la impaciencia susceptibilidad de sus más acérrimos, no deja de parecerme que algo falta en estas diez canciones. Y no me refiero solo a la nostálgica inercia de imaginar que nada podrá ser lo mismo sin el rey que aparece retratado en la apagada portada.

Ahora se sabe que gran parte de este disco fue el que ya iba preparando Jackson para su cercano regreso, pero a decir verdad ello resulta indistinguible dentro de una proliferación de arreglos que casi todo el tiempo ahogan su presencia. El single Hold My Hand da el play de honor en esta operación, con Akon fungiendo de compañía pero terminando como virtual protagonista, pareciera como si se cumplieran las cosas tal cual aparecen en el clip de la canción, con Michael sugerido como una presencia espectral de una loa a su leyenda y sus buenos mensajes, que dicho sea de paso no es la única, ahí tienen también a Keep Your Head Up.

Pero esos recuentos de la faceta de Jackson que menos me agradó debo decirlo -el más soso y correctamente político- son los que mejor definen a Michael como un trabajo demasiado armado a la manera de un catálogo de todas sus facetas. Aparece de nuevo su proverbial retrato de sí mismo y sus temores en traicionero mundo del showbiz (Hollywood Tonight y la obvia Monster), o ese que siempre delataba su incontestable pasión por el soul en (I Like) The Way You Love Me. Pero todos ellos ya no tanto como suerte de lados B sino más bien como bonus tracks perdidos de ediciones previas.
Si Invincible ya me había dejado en su momento la impresión de ser un disco de reciclaje de sí mismo, este primer disco póstumo tiene no solo la sombra de lo inconcluso encima, sino que sus productores, arreglistas, y artistas invitados han terminado por darle un sabor artificial, maquillado. Digo esto incluso reconociendo que varias de estas composiciones por sí mismas no dejan de ser atractivas. Sin embargo, es difícil en este momento especular por lo que habría sido con el propio Jackson en las decisiones. O mejor o quizá peor. Por lo pronto solo queda su intrascendente presencia, tal vez para unos lo suficientemente acabada como para por ahí se conserven expectativas, aunque muchos otros optaremos por volver sus discos triunfales, cuando el tiempo pasado fue mejor, como reza un inevitable y feliz lugar común.
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